El Fin de la Agilidad (III)
Parte 3: Funk/Acid Jazz
Parte 3: Funk/Acid Jazz
(Para escuchar la banda sonora de este post haz click en este enlace)
Of this virtual insanity, we’re livin' in
Has got to change, yeah
Things, will never be the same
– Jamiroquai
Cuando te divorcias ocurre que a las esposas, o parejas, de tus amigos como que les da pena. Es probable que sientan que el balance del universo está mal y es su deber arreglar ese problema, así que lo que hacen es presentarte amigas. Eso es lo normal. Pero la esposa de un amigo hizo algo mejor, creo yo, algo de lo que siempre le estaré agradecido, me enseñó a bailar merengue.
A fines de los noventa los treintañeros, cuando nos íbamos de carrete, normalmente lo que queríamos era bailar. Habían bastantes lugares para hacerlo, en San Damián, o en Las Brujas, incluso en Suecia y Orrego Luco, o en las afueras de la ciudad. Estábamos acostumbrados a asociar carrete con baile, porque en los ochenta, cuando éramos adolescentes lo que hacíamos era precisamente eso, bailar.
No es que yo fuera muy “carretero”, pero salí bastante después de separarme. Mucho más de lo que salí antes. Supongo que esa soltería forzada la quise disfrutar mejor, sin pensarla tanto, ni con tanta culpa. Además que había que aprovechar las clases de merengue. Pero lo que me gustaba escuchar en esos lugares, aunque no lo bailara, eran esas interesantes canciones en estilo disco-funk que llamaban acid/jazz.
This is the return of the space cowboy
Interplanetary, good vibe zone
El acid jazz se llama así porque nació a partir del Acid House, que se tocaba en los dance club de Reino Unido. Los DJs mezclaban raros segmentos de Jazz de los 50 ó 60, generando un estilo muy particular. Pero a partir de esto surgieron otros grupos que incorporaron elementos del disco y del funk. Uno de los mejores y más famosos exponentes de este estilo de la banda inglesa Jamiroquai.
En esa época me compré el CD de Traveling Without Moving, y era uno de los discos que más escuchaba cuando empecé a trabajar para la Cámara.
En el capítulo anterior les mencioné que en el segundo semestre de 1998 fui trasladado en el tiempo a 1960, cuando ingresé a la Cámara de Comercio De Santiago (CCS).
Por fortuna mi jefe, Jorge Rojas, quería cambiar eso. En esas primeras semanas de trabajo [hablamos sobre el hecho de aumentar el uso del email, algo que encontrábamos inconcebible. También les explicamos a la secretaria que estábamos acostumbrados a escribir nuestros propios documentos, no a dictarlos (parece que exagero, pero no).
Jorge me explicó su estrategia, y los cambios que quería llevar a cabo, y sobretodo me comentó su visión sobre el equipo que me tocaba dirigir. Nos faltaban desarrolladores, la mantención del sistema de aclaraciones del boletín comercial (una aplicación cliente servidor montada sobre Informix y Visual Basic), estaba a cargo de dos desarrollaras externas de la empresa proveedora que había construido el sistema. Sólo teníamos un programador, que jugaba un doble rol, programaba y operaba como una suerte de jefe de proyectos.
Eso tenía que cambiar rápidamente, las primeras semanas empecé a entrevistar candidatos, el plan era tener el control total de la mantención del sistema. Fue así como contraté a la primera mujer de mi equipo, simplemente porque fue la mejor en el proceso de selección. Mi equipo al partir se componía esencialmente de tres personas: Julio Arróspide, René Oyarzún y Rita Allende, la recién contratada ingeniera de desarrollo. [Con ese equipo empecé la transformación digital de la CCS.
Fue un tiempo de mucho trabajo y logros profesionales. Pero llegaba a la casa y estaba sólo, y eso era un tanto triste. Si hubieras visitado mi pequeño departamento en esa época habrías encontrado una batería Mapex, que juntaba polvo, una mesa redonda de vidrio, un televisor puesto sobre la caja en que llegó embalado, una cama y mi escritorio con mi PC. En la cocina se apilaban muchas latas de atún y cáscaras de limón.
Cuando niño leí que los primeros marineros que recorrían el mundo, al tener una dieta basada principalmente en pescado, complementaban su alimentación con limón para no sufrir de escorbuto. Así que estaba como los marinos de Vespucio, Elcano o el Capitán Cook, preocupado por el escorbuto, porque mi dieta de fin de semana era atún, tomate y limón.
Bueno, puede que esté exagerando, pero necesito transmitirle la idea del héroe atormentado, con el corazón solitario, así que síganme la corriente.
Ya no salía como antes, a pesar que tenía más poder adquisitivo. Prefería meterme a los salones de chat de IRC a conversar. El IRC en ese tiempo era la red social de hoy, no el antro de hackers y sysadmin en que se ha convertido hoy.s
Aunque fui a algunas fiestas que se organizaron en ese tiempo entre gente del chat, preferí invertir gran parte de mi tiempo conversando, a través del teclado, con una intrigante mujer...
I must’ve died and gone to heaven
‘Cause it was a quarter past eleven
On a Saturday in 1999
Right across from where I’m standing
On the dance floor she was landing
– Cosmic Girl
Y así fueron pasando los últimos meses de 1998, avanzando en proyectos y trabajo. Un fin de semana decidimos conversar por teléfono con Kika, esta fascinante mujer del chat. Me gustó su voz. Ella estaba en el campo, y mientras sus hijos dormían, ella estaba mirando las estrellas conversando conmigo. Hablamos por horas, decidimos que debíamos conocernos en persona. Nos juntamos un viernes de diciembre en la noche, fuimos a cenar a un lugar que ya no existe, que se llamaba “Agua Na Boca”, en Tobalaba. Fue ahí, ese mismo día que nos conocimos, que nos dimos nuestro primer beso.
We’ll spend the night together
Wake up and live forever
– Yeah Yeah, All Right
De ahí nos fuimos a bailar, a Las Brujas, porque ya les dije, que eso es lo que se hacía en esa época. Fue ahí que sonó una de mis favoritas de Jamiroquai, una canción que tiene estos versos: “Pasaremos la noche juntos. Despertar y vivir para siempre”.
Bailamos toda lo noche, y no les contaré más, los detalles de esa primera cita son nuestro tesoro, y además no es el foco de estos artículos, no sean copuchentos.
La Matriz de Eisenhower
De vuelta a mi trabajo, porque había mucho que hacer, en esa época. Así que tenía que organizar mi trabajo de alguna manera. Fue así que decidí usar una técnica muy sencilla, que años después aprendí que se llamaba la Matriz de Eisenhower.
La matriz es muy sencilla, tienes dos ejes, lo urgente y lo importante. Te debes preocupar siempre de lo urgente e importante. Lo menos importante, pero urgente debe ser delegado, lo importante, pero no tan urgente, debe ser calendarizado. Y lo que no es urgente ni importante debes descartarlos totalmente. Esta técnica tan sencilla es muy útil.
De este modo, empecé a organizar el trabajo de mi equipo, y así podía liberar tiempo para escaparme a almorzar con mi negrita. Con mi equipo teníamos una reunión semanal donde revisábamos los proyectos, el resto era resolver los problemas como llegaban siguiendo este “triage” que te da la matriz de Eisenhower. Puedes dibujarlo en una pizarra, y colocar las tareas usando post it, o simplemente llevarla en un cuaderno, como lo hacía yo. Años después abandoné esta técnica para usar Kanban, pero, ¿saben qué? ¡Esta técnica es muy buena! No es algo que deberíamos olvidar, por viejo y obsoleto que parezca hoy.
Y seguimos creciendo como equipo, porque habían muchos proyectos que abordar. Fue en este proceso de expansión que decidimos incorporar a un joven brillante que habíamos conocido con Jorge hace unos años atrás. Se trataba de Julio Quiroz, que llegó y se hizo cargo de los primeros proyectos web que implementamos.
Por curioso que parezca, yo no tenía experiencia desarrollando para la web. Nunca había hecho un proyecto para la web. Recuerdo que le mostré a mi amigo Marco Zúñiga una primera aplicación web que construimos usando CGI. Él la destrozó. Marco ya había trabajado desarrollando Cybermarket, probablemente el primer sitio web de venta por internet que se hizo en Chile.
Sus comentarios me dolieron, y decidí que eso debía cambiar. En ese tiempo la CCS tenía un servicio que se llamaba Comex, que era un producto que entregaba información de comercio exterior, algo que era usado por los socios importadores y exportadores de la CCS. Era una aplicación en Power Builder que se refrescaba repartiendo CD ROMs con la información.
El equipo de infraestructura, a cargo de mi colega Rigoberto Jorquera, tenía la misión de mantener actualizado este sistema y darle soporte, algo que era cada vez más costoso. Decidimos llevar este producto a la Web. Vender la idea fue fácil, con esto reducíamos costos de mantención, pero además permitía posicionar a la CCS como prestador de servicios en internet, algo que resultó ser estratégico.
Contratamos más ingenieros, y empezamos a desarrollar el sitio. Todo se hizo con Microsoft ASP. Esteban Segura, que estaba a cargo de la relación con los socios y casi todo el desarrollo de productos de la cámara, se preocupó de apoyarnos, apoyándonos para realizar focus groups que nos permitieran validar el producto que estábamos desarrollando. Testeamos con un grupo selecto de clientes, preparamos un beta, y lo lanzamos. Fue un éxito. Hasta dónde sé Comex sigue en línea,s aunque probablemente queda muy poco de lo que desarrollamos en esa época.
Coincidió que el área de estudios de la CCS, liderada por George Lever, empezó a posicionarse con el tema de la economía digital. La CCS empezó a convertirse en referente. Se organizaban eventos de economía digital, ocupando los flamantes salones del nuevo edificio de la CCS ubicado frente al museo de Bellas Artes, en Monjitas 392. Hasta el día de hoy la Cámara promueve el e-commerce con iniciativas como el Cyber Day.
Construimos muchas cosas interesantes con mi equipo, entre otras cosas además apoyé en la creación de e-certchile. Hay varias anécdotas sobre lanzamientos que hicimos en esa época, donde tuvimos que improvisar muchas cosas. Pero hay algo que aprendí de ese tiempo y se me quedó grabado para siempre, si nos comprometíamos a una fecha de lanzamiento, esta no se corría, nunca.
Así que debías aprender a organizarte con esa restricción, el tiempo para la construcción de la primera entrega de un sistema es fijo. Eso es lo que ahora llamamos Producto Mínimo Viable (PMV). Eso es algo que aprendimos a hacer de forma natural, definíamos nuestro PMV y trabajábamos para poder cumplir con la fecha de entrega.
Recuerdo que una vez un miembro del equipo me preguntó si definiría una metodología de desarrollo para el área, nunca lo hice. De seguro que mi respuesta fue: “anotamos todo lo que hay que hacer en una lista, y lo hacemos”.
Así que 1998 terminó bastante bien para mí. [No sólo encontré el amor ese año, también tuve la oportunidad de encontrar al segundo mentor de mi vida, Jorge Rojas. Tengo que decir que aprendí mucho de él. Siempre se jugó por mí. Creía en mis capacidades y me apoyaba. Era estricto, exigente, pero de un modo amable. Nunca te levantaba la voz, no lo necesitaba. ]{style=“letter-spacing: 0.01rem;"}
[s un líder que inspira mucho respeto. Fue él quien me dio una de las mayores lecciones que he recibido: “un líder elige y prepara a su sucesor”. Y creo que eso lo aprendí muy bien.
Pero esto es sólo el principio de las cosas que aprendí en esa época, hay mucho más, pero eso continuará mañana.
Notas
La primera parte está acá: https://www.lnds.net/blog/lnds/2019/3/17/el-fin-de-la-agilidad
La segunda parte en: https://www.lnds.net/blog/lnds/2019/3/18/el-fin-de-la-agilidad
La parte 4: https://www.lnds.net/blog/lnds/2019/3/23/el-fin-de-la-agilidad