Limitaciones
En mi timeline de Facebook aparece una referencia a una columna de opinión de Carlos Franz en el diario La Segunda
El título es “eñe” y parte así:
Un año no es lo mismo que un ano. Aunque a veces algunos años resulten ser como el ano, es preferible no confundir esta indispensable parte del cuerpo con un ciclo de la Tierra en torno al sol. La buena ortografía sirve, entre otras cosas, para evitar confusiones tontas o peligrosas como ésa. Además, sirve para entendernos mejor por escrito y mantener la historia, identidad y unidad de nuestra lengua.
Sin embargo, parece que esos nobles objetivos no le importan mucho al Estado de Chile (en su actual estado). Por ejemplo, nuestro Servicio de Impuestos Internos (SII) atiende a los sufridos contribuyentes mediante un programa informático que –en muchos casos– no admite signos ortográficos propios de la lengua oficial de nuestra república. En su plataforma de Internet el SII nos impide usar la tilde de los acentos gráficos. Y como si esto fuera poco, el SII nos prohíbe usar una de las letras de nuestro abecedario: la eñe.
Un señor apellidado Patiño, que viva en Ñuñoa y desee emitir una boleta de honorarios electrónica por servicios de movilización de niños, se verá convertido en el “senor Patino domiciliado en Nunoa” y su boleta dirá que se dedica a la “movilizacion de ninos”.
Ante la duda de Franz y de seguro de varios no informáticos del porqué ocurren estas cosas, me veo obligado a explicar cuál es la principal razón de que esto suceda.
En una palabra, la única razón por la que no se puede ingresar una eñe en un formulario en un sitio web cualquiera es esta:
A estas alturas del siglo manejar carácteres “especiales” ya no debería ser problema, no es fácil, de hecho es bastante complicado, pero tampoco es ciencia espacial.
Y de seguro acá surgirá otra duda para mis amigos muggles que no dominan las complejidades de las ciencias oscuras de la computación, ¿por qué les denominamos “carácteres” especiales?
La razón es histórica. Los primeros computadores fueron creados en Inglaterra y Estados Unidos, en inglés no hay acentos y las letras del alfabeto son sólo veintiséis.
No hay eñe en inglés, como tampoco acentos, o dieresis (esos dos puntitos que se ponen a veces sobre la u para que podamos decir pingüino y no confundir güiña con guiña).
Cuando los computadores empezaron a manejar letras además de números fue necesario establecer una forma estándar de codificar estos símbolos. Entonces se recurrió a cosas que ya existían. En 1928 IBM introdujo una máquina de tarjetas perforadas, que era usada para tabular datos y junto con la máquina se definió una codificación basada en 6 bits (es decir, servía para codificar 64 caracteres, recordemos que si tenemos n bits para una código, podemos codificar 2 elevado a n símbolos).
A estos primeros códigos se les llamó BCD, o Binary Coded Decimal. Con estos códigos sólo se podían representar los dígitos del 0 al 9 más las letras mayúsculas desde la A a la Z y algunos pocos símbolos más, como $, #, @, etc.
El problema es que no había estándar, cada fabricante codificaba en 6 bits como mejor le parecía, la misma IBM tenía representaciones distintas entre diversos modelos.
En 1963 se establecen dos estándares en paralelo, uno de la misma IBM conocido como EBCDIC, y otro llamado ASCII diseñado por la Asociación de Estándares de Norteamérica, que en ese tiempos era conocida como ASA (American Standard Association) y que es la antecesora de la actual ANSI (American National Standards Institute).
La novedad de EBCDIC y ASCII es que incorporaban las letras minúsculas y por lo tanto requerían una codificación de 7 bits.
Lo curioso es que IBM fue uno de los principales impulsores de ASCII, pero sus productos tardaron varios años en adoptar ASCII.
Todo esto provocó los primeros problemas de traducción de caracteres, EBCDIC coloca en su tabla las mayúsculas antes que las minúsculas, además de colocar todas las letras antes de los números, exactamente al revés de ASCII. Además las letras se encuentran segmentadas en EBCDIC. Ante esto, la traducción implicaría muchas transformaciones bastante complejas.
Pero IBM y otros proveedores se toparon con la realidad de los múltiples caracteres adicionales que introducen los lenguajes europeos. EBCDIC resolvió esto creando code pages. Por ejemplo, la code page 284 (conocida como EBCDIC 284) es una codificación que se puede usar en Latino America, pero es distinta de la codificación para Francia (EBCDIC 297).
En EBCDIC-284 la eñe tiene el código 106, mientras que en EBCDIC-297 la misma é tiene el código 73. El código 106 en EBCDIC 297 es ù. Entonces si usted codificó un texto en Chile en EBCDIC 284 y lo envía a Francia la palabra niño será recibido como niùo.
En ASCII la situación no es mejor. ASCII sólo se hace cargo de la codificación en 7 bits. Hacia los 70´s y 80´s ya estaba establecido que un byte era un conjunto de 8 bits (no siempre un byte fueron 8 bits). Esto implica que se pueden usar 8 bits para codificar carácteres adicionales.
Entonces diversos proveedores usaron esos 128 espacios adicionales para codificar otros símbolos para distintas necesidades.
En los tiempos de los primeros PC, Apple introdujo sus extensiones a ASCII, como Mac OS Roman.
El mismo IBM en su PC creó varias extensiones para que pudieran ser usadas por DOS, el sistema operativo que adquirieron de Microsoft.
Acá el panorama mejoró un poco, por ejemplo, la Code page 850 de ASCII DOS, conocida también como DOS Latin 1, nos permite resolver el problema de más arriba. En esta codificación, tanto en Chile como en Francia la eñe es el código 164.
Lo malo es que no se podría compartir información con Grecia, quienes además de soportar nuestros caracteres deben usar otros adicionales. En Grecia el estándar a usar es la Code Page 737 donde la eñe es reemplazada por la letra mu en minúscula griega.
Estas cosas eran problemáticas en los ´80, porque los PC se debían configurar de la manera adecuada para que usaran el Code Page pertinente al país en que se operaba, pero al interactuar con MainFrames (grandes servidores de esa época) venían los problemas. Sumen esto a que las impresoras también tenían su propia codificación. Recuerdo que en esos tiempo uno podía pasar mucho rato configurando la impresora para que las eñes salieran adecuadamente en las impresoras.
Para los programadores en USA estas cosas no eran gran problema, pero cuando empezaron a exportar sus aplicaciones se dieron cuenta de estas dificultades. Para los programadores en Europa o Latinoamérica la cosa no fue fácil desde el principio.
La solución más simple fue obligar a los usuarios a usar ASCII, después de todo, los programadores estaban acostumbrados a estas limitaciones.
Por ejemplo, yo normalmente tengo mi teclado configurado en Inglés cuando programo y lo cambio a español sólo para escribir textos, como este, porque es más eficiente para mi operar de esa manera. Pero es injusto que los programadores impongamos limitaciones que carecen de lógica a nuestros usuarios.
La cosa se complicó aún más con la aparición de internet. Ahora los textos fluían por la red sin limitaciones.
Para resolver esto de una vez Joe Becker, Lee Collins y Mark Davis quienes trabajaban en Apple y Xerox decidieron lanzar el proyecto Unicode.
Hace veintinueve años, en agosto de 1988 publicaron el primer borrador de lo que se conoce hoy como Unicode88. En 1989 se unieron a este esfuerzo otras compañías como Microsoft y Sun Microsystems. En febrero de 1991 se formó en Consorcio Unicode y en octubre de ese año se publicó la primera versión del estándar.
Unicode fue desarrollado bajo los siguientes objetivos:
- Universalidad: Un repertorio suficientemente amplio que albergue a todos los caracteres probables en el intercambio de texto multlingüe.
- Eficiencia: Las secuencias generadas deben ser fáciles de tratar.
- No ambigüedad: Un código dado siempre representa el mismo carácter.
Así que en Unicode resolvemos el problema de la eñe de una vez por toda, la eñe minúsculas tiene el código 241 y la EÑE mayúscula tiene el código 209, acá en Chile, en Francia o en Grecia.
Don Carlos Franz puede exigir ahora que se resuelva el problema, bastaría con usar Unicode en todas las aplicaciones del estado, ¿verdad?
En principio la respuesta es sí, pero no es tan simple.
Porque, el problema con Unicode es que requiere que todos los símbolos sean representados en 32 bits, es decir, ocupan 4 veces el tamaño actual, eso implicaría multiplicar por 4 los tamaños de las bases de datos que actualmente guardan todo en alguna variante de la codificación ANSI (ASCII extendido).
Es por esto que se crearon tres forma de codificación para Unicode: UTF-8, UTF-16 y UTF-32, por la cantidad de bits que se usan para representar a los símbolos del lenguaje. La codificación UTF-8 es la más popular y cada símbolo puede ser representado por 1 ó más bytes, es lo que se denomina técnicamente una codificación de largo variable.
El problema con UTF-8 es que nuestra querida eñe se representa con 2 bytes!
En Unicode la eñe es el código 241, en binario esto se representa así:
0000 0000 1111 0001
Las reglas de codificación de UTF-8 indican que al ser un número superior a 128 se debe codificar usando una serie de transformaciones, que se traducen en que nuestra eñe queda codificada de la siguiente manera:
1100 0011 1011 0001
Ahora, supongamos que descuidadamente enviamos nuestra eñe por internet desde Chile a Francia sin indicar que estamos usando UTF-8, y el programador que recibe estos textos en Francia y como vienen 16 bits interpreta erróneamente que esto corresponde a UTF-16 y en ese caso su interpretación arrojaría este extraño símbolo: 쎱
Así que la lección en este caso es que no basta con la codificación, hay que incorporar meta información. Todo se resuelve si ambas partes saben que se está trabajando con la misma codificación.
Y eso es lo que pasa con muchos sistemas, sitios webs y aplicaciones en Chile.
Manejar correctamente la codificación requiere esfuerzo, es complicado, pero no es algo imposible. Basta con conocer todo lo necesario sobre codificación, encoding, transformaciones y por supuesto administrar bien las configuraciones y controlar adecuadamente las entradas y las salidas.
Eso requiere, reitero, esfuerzo y contar con las competencias adecuadas.
Entonces, ¿por qué ocurren estas cosas aún, si tenemos la solución desde hace casi treinta años?
Alguien por ahí dijo que no necesitamos más informáticos, lo que necesitamos es mejores informáticos.
Informáticos que no transfieran sus propias limitaciones a los usuarios finales.