Neil Armstrong
Era un niño de 6 ó 7 años cuando mi padre nos proyectaba películas sobre el aterrizaje del Apolo 11 en la luna. El tenía un viejo proyector de películas con copias de noticieros sobre el mundial de 1962 y los informativos de la NASA sobre el programa espacial, que conseguía en el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura, en Chuquicamata. También tenía unas revistas de LIFE sobre la carrera espacial, y una serie de libros que esta misma revista editó a fines de los 1960’s y comienzos de los 1970’s.
Con toda esa influencia era natural que quisiera ser astronauta, como Scott Glenn, Alan Sheppard o el mismisimo Neil Armstrong. Leí mucho sobre las historias de estos astronautas cuando chico, y aunque suene ñoño soy fanático de películas como Apollo 13 o The Right Stuff (oh, soy muy fanático de esta, cuando me tomo el tiempo para preparar el equipo de home cine para disfrutar el audio de esta cinta).
Así que cuando vino a Chile Neil Armstrong estuve allí y le escuché. Me pareció un hombre muy sencillo, un señor común y corriente contando su gran hazaña. Recuerdo dos momentos de esa charla, el primero es cuando cuenta su impresión al acercarse a la luna y notar que es una esfera, un objeto tridimensional, algo que no podemos apreciar desde la superficie de la tierra. El otro momento fue más emocionante, cuando relata el primer paso en la luna, en ese instante todos los asistente nos pusimos de pie para aplaudirle.
Es cierto, mucho del viaje a la luna tiene que ver con una batalla más en el contexto de la guerra fria, incluso hay excépticos que ridículamente creen que todo esto fue un montaje. Nos olvidamos de lo notable que fue esta hazaña, de lo arriesgada que fue. Si consideramos que lo que separaba a estos hombres del frio del espacio y las radiaciones en algunas partes de la nave no era más que una tela de papel aluminio...
Fue una gran hazaña realizada por hombre valientes, de esos que despiertan la admiración en un niño de seis años, una admiración que se quedará en su corazón por siempre.…