La lección de cerámica
Al iniciar las clases, el profesor de cerámica anunció que dividiría la clase en dos grupos. Todos los del lado izquierdo del estudio, dijo, serán evaluados solamente por la cantidad de trabajo que produzcan, y todos los de la derecha solamente por la calidad de su trabajo. La evaluación sería un proceso muy simple: al final de la clase llevaría una balanza de baño y pesaría el trabajo del grupo “cantidad”, cincuenta libras de vasijas de para una “A”, cuarenta libras de ollas para una “B” y así. Aquellos del grupo “calidad”, por otra parte, sólo necesitaban producir una vasija, aunque tenía que ser una vasija perfecta, para obtener una “A”.
Bien, llegó el tiempo de la graduación y un hecho curioso ocurrió: el trabajo de mayor calidad fue producido por el grupo que era evaluado por la cantidad. Parecía que el grupo “cantidad” estaba ocupado acumulando pilas de trabajo, y aprendiendo de sus errores, mientras que el grupo de la calidad permanecía sentado, teorizando sobre la perfección, y al final tenía poco que mostrar de sus esfuerzos aparte de grandiosas teorías y una pila de greda muerta.
Esta es la lección: “si quieres ser bueno el algo, ¡entonces deja de teorizar y hazlo! y aprende de tus errores”.
Ese es el problema de los que teorizan sobre las cosas, en vez de adquirir experiencia.
El mal de los académicos que se quedan atrapados en la universidad, o de las comisiones que discuten sobre lo que hay que hacer en innovación, y emprendimiento, al final del día sólo tienen para mostrar bellas teorías, y ningún resultado.
(Historia tomada de esta nota de Jeff Attwod)